Estados emocionales, ansiedad, estrés, depresión, relax
El estrés, la depresión y la ansiedad son los tres trastornos psicológicos más habituales. Es imprescindible conocer sus síntomas para buscar una solución adecuada.
Cada vez escuchamos estas tres palabras más a menudo. El hecho es que hoy en día son los tres trastornos más habituales en las personas. El estrés, la depresión y la ansiedad pueden manifestarse por separado o en conjunto. Por ello es vital conocer los síntomas de cada uno de estos problemas, que, afortunadamente, tienen solución.
¿En qué nos afectan estrés, depresión y ansiedad?
Según los estudios, estos tres cambian directamente nuestras percepciones de la vida. Afectan nuestro cerebro y la forma en que nos relacionamos con los demás. También modifican nuestra autoconfianza, el entusiasmo y la ilusión en una tarea o trabajo. Entre otros problemas hacen bajar nuestras defensas inmunológicas.
La zona, donde atacan la depresión, la ansiedad y el estrés, es la prefontral del cerebro, es decir, donde se desarrolla el pensamiento más avanzado, se imagina el futuro, se valoran las estrategias para solucionar los problemas y se toman decisiones. Además, dicha zona está muy relacionada con el sistema límbico, o sea, el cerebro emocional.
Estrés: qué hay que saber
El estrés es una palabra que hoy en día está en boca de todos. Puede aparecer luego de cualquier situación o pensamiento y nos hace sentir ansiosos, furiosos o frustrados. Los médicos dicen que tener estrés en niveles bajos es bueno. Sin embargo, no es así, cuando estos aumentan. Demasiado estrés predispone a la persona a sufrir todo tipo de enfermedades, tanto físicas, como psicológicas.
Por ejemplo, el estrés puede conllevar a bajo nivel de azúcar en sangre, hiperactividad de la tiroides, ataque cardíaco, aumento de la secreción de bilis o del colesterol en las arterias. Algunos de los síntomas habituales son el dolor abdominal o de cabeza, dificultad para tragar o digerir alimentos, mareos, respiración agitada, insomnio, frecuencia cardíaca irregular, sudoración excesiva, trastornos del sueño, cansancio, fatiga, falta de concentración, problemas en el rendimiento sexual y pesadillas. En algunos casos, el estrés se manifiesta como fobias o trastornos psicológicos.
La baja autoestima es uno de los síntomas más comunes de la depresión. Otro síntoma es la falta de placer en actividades que usualmente nos hacen felices (como pasar días en familia o la actividad sexual). Para que la depresión se considere depresión, deben presentarse cinco o más síntomas por dos semanas consecutivas. Y la atípica es la que sufren un tercio de los pacientes. También podemos encontrar la distimia, es decir, un tipo de depresión leve que dura dos años.
Hechos que provocan depresión: el parto (muchas mujeres sufren de la llamada depresión post-parto al tener el bebé), el ciclo menstrual (una semana antes del período; los síntomas desaparecen, cuando se está menstruando) y el estacional (ocurre en los meses fríos de invierno y otoño, pero se va, cuando llega la primavera y el verano; se debe a la falta de luz solar).
Ansiedad: qué hay que saber
Se trata de una respuesta emocional a un estímulo o varios, que pueden estar tanto dentro, como fuera del paciente. Esto quiere decir que se presentan por los pensamientos, sentimientos o acontecimientos de la vida en general. Engloba aspectos corporales, gran activación del sistema periférico y motor e implica un cambio de comportamiento. La ansiedad está relacionada a la supervivencia, lo mismo que el miedo, la ira, la felicidad y la tristeza.
Se ha confirmado que para preservar la integridad física ante un ataque o amenaza, las personas ponen en marcha respuestas rápidas, adaptativas y eficaces. Hoy en día se estima que más del 20% de la población padece de un trastorno de ansiedad, y muchas personas ni siquiera lo saben.
La explicación médica de este problema es que el organismo pone en funcionamiento su sistema adrenérgico ante una situación de alerta, liberando señales al sistema nervioso central. Los síntomas de la ansiedad son: hiperactividad, taquicardia, sensación de ahogo, pérdida de control y raciocinio, temblores en las extremidades, transpiración excesiva, náuseas, insomnio, debilidad o rigidez muscular, inquietud motora, pensamientos negativos, obsesión o problemas para comunicarse con los demás.
A su vez puede causar hipoglucemia o arritmia cardíaca y puede convertirse en un trastorno de pánico. El paciente piensa en su propia muerte o en que algo malo va a sucederle. Se eleva la tensión arterial, hay palpitaciones, rubor o palidez en el rostro, opresión en el pecho, aerofagia, pérdida de peso o exceso de comida, amenorrea en las mujeres y sequedad en la boca y lagrimales.
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